Por
Micaela Vieyra Informe Especial Malvinas
Antes de
comenzar a referirse al durante y el después de la fatal guerra entre
argentinos y británicos en las Islas Gran Malvina y Soledad, es necesario
recordar y resaltar que en 1833 un grupo de militares ingleses ocuparon el
archipiélago sin enfrentamientos como los sucedidos 149 años después. Más allá
de esto, la idea de recuperación del territorio por parte del gobierno de facto
argentino fue tratada secretamente por Leopoldo Fortunato Galtieri, el brigadier
Basilio Arturo Lami Dozo, en representación de la Fuerza Aérea Argentina
y por el entonces comandante de la Junta Militar, Jorge Issac Anaya. El 5
de enero de 1982 consideraron dar un paso militar en el caso de no progresar
por la vía diplomática, tal como sucedió en febrero del mismo año.
El contexto
socio-político y económico estaban totalmente condicionados, por su deterioro
general necesitaban mantener entretenida a la sociedad en un conflicto de tal
magnitud como lo es, fue y será “la cuestión Malvinas”. El dólar había trepado
a valores siderales. Buenos Aires, por ejemplo, pasó de ser la ciudad más cara
del mundo a la más barata (en dólares). Fue designado ministro de Economía
Domingo Felipe Cavallo, un nombre que se repetiría en la historia argentina.
A raíz de
esta crisis económica, muchos empresarios estuvieron en peligro de quiebra.
Para evitarlo, el gobierno asumió sus deudas con el exterior y se convirtió en
acreedor de ellos en pesos indexados, que se transformaron en baratos en
relación con el dólar. Esto implicó hacer pública la deuda privada, cuya carga
pesaría sobre toda la población.
La
decisión de ocupar las islas fue definitiva. El objeto era impedir que Gran
Bretaña militarizara el territorio y estableciera un sistema de defensa
naval-aéreo. Según lo indicado en los documentos firmados por los integrantes
de la Junta Militar, esta cuestión incidiría negativamente sobre los derechos,
estrategia, posiciones y objetivos de la Argentina en el Atlántico Sur y la
Antártida.
Luego se
contradicen afirmando que debían demorarse las contestaciones a las propuestas
de las negociaciones diplomáticas.
Esto
último provocó la respuesta militar del Reino Unido y las supuestas
negociaciones conciliadoras de Estados Unidos que fracasaron (pueden
considerarse supuestas por su condición de socios de la OTAN y la confirmación
del apoyo a Gran Bretaña hacia Margaret Tatcher).
El 10 de
mayo de 1982 Leopoldo Fortunato Galtieri se dirige a los manifestantes reunidos
en la Plaza de Mayo que apoyan la recuperación de las Malvinas con expresiones
desafiantes y triunfalistas, tales como la famosa frase “Si quieren venir que
vengan, les daremos batalla”. Esto presuponía que el accionar de la Argentina
en el conflicto era positivo, cuando en realidad existen una larga lista de
datos históricos que afirman que las Fuerzas Armadas Argentinas y sus soldados
no estaban preparados estratégica ni materialmente para enfrentarse a las
tropas británicas y obtener una victoria con seguridad.
La lucha
incesante por la tan ansiada y retrasada recuperación había comenzado el 2 de
abril con el comunicado de la Junta Militar que afirmaba: “La Junta Militar
como Órgano Supremo del Estado comunica al pueblo de la Nación Argentina que
hoy, la República, por intermedio de sus FF.AA., mediante la concreción exitosa
de una Operación Conjunta, ha recuperado la Islas Malvinas para el patrimonio
nacional. Se ha asegurado de esta manera, el ejercicio de la soberanía
argentina sobre todo el territorio de las mencionadas islas y los espacios
marítimos y aéreos correspondientes. Quiera el país todo comprender el profundo
e inequívoco sentido nacional de esta decisión, para que la responsabilidad y
el esfuerzo colectivo acompañen esta empresa y permitan, con la ayuda de Dios,
convertir en realidad un legítimo derecho del pueblo argentino, postergado,
paciente y prudentemente durante casi 150 años.” Durante el conflicto
armado, las bajas en las fuerzas argentinas tuvieron como saldo fatal un total
de 649 soldados, mientras que del bando inglés hubo 255. De más está decir que
en una guerra nadie gana, todos siempre pierden.
Según el
teniente general (R) Martín Balza, la clave fue la falla estratégica. “El
valor de lo realizado en las Malvinas sí está en el nivel táctico, pero ese
plano nunca puede solucionar los graves errores de la estrategia nacional y
militar. El Reino Unido organizó la fuerza de tareas más importante desde la
Segunda Guerra Mundial y recibió un apoyo sustancial por parte de los Estados
Unidos”, agregó.
Los
estrategas argentinos, los mandos con responsabilidades tácticas, llegaron a la
misma conclusión en los días previos al inicio de las hostilidades. El Plan
Esquemático N° 1 del Comando del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur había
definido “la baja probabilidad de producir daños importantes al enemigo mediante
acciones con submarinos o de aviación basada en tierra”.
Mientras
en el campo táctico se cumplían los movimientos pensados en uno y otro bando -y
las unidades argentinas empezaban sus combates en inferioridad de condiciones-
el diseño estratégico mostró sus errores de origen. El Informe Rattenbach corre
el velo de la equivocación que provocó el desastre: centrarse en el supuesto de
que “Gran Bretaña no reaccionaría militarmente y que Estados Unidos no
permitiría una escalada militar”.
En esa
evaluación no se critica la toma militar del 2 de abril, se la entiende como un
acontecimiento que debía producirse para llegar a una mejor negociación, pero
sí se atribuyen responsabilidades en la elección del momento elegido para
llevar a cabo el desembarco. “La oportunidad libremente fijada por la Junta
Militar para la recuperación de los archipiélagos del Atlántico Sur benefició
fundamentalmente al enemigo”, se manifestó en ese documento.
Ese error
estratégico selló definitivamente la suerte de la guerra y de los soldados que
fueron víctima de tal desatino.
Entrevista
a un ex combatiente del conflicto
“Por sobre todas las cosas, éramos soldados
argentinos”
Ayer,
Islas Malvinas, abril de 1982. Hoy, Buenos Aires, abril de 2012. En ese ayer,
con apenas 20 años de edad, con la instrucción básica en el servicio militar,
salió de baja el 4 de marzo – el día de su cumpleaños- y fue convocado para el
conflicto el 7 de abril destinado al Teatro de Operaciones del Atlántico Sur. Raúl
Walter Vieyra, era soldado clase 1962 del Regimiento de Tanques 8
con asiento en Magdalena, provincia de Buenos Aires. Hoy cuenta su
experiencia, recuerda sus vivencias y reflexiona sobre su postura ante el
conflicto.
- ¿Qué
conocimiento tenía del conflicto antes de “ser parte” del mismo?
Ninguna.
La rutina era normal en el servicio militar, era la habitual dentro del
contexto general. No teníamos información ni existía el más mínimo rumor de lo
que iba a suceder. Solamente esperaba el día de mi baja y una vez de vuelta a
la vida civil, volvía a interiorizarme con los temas de actualidad de ese
momento. Como militante de la Juventud Peronista, asistí a una convocatoria
realizada por la CGT en la Plaza de Mayo el día 30 de marzo para exigirle a la
Junta Militar la vuelta de la democracia, el que terminó con graves disturbios
y de la que me retiré junto a otros compañeros por la Diagonal Sur. Días
después nos enteramos, como casi todos los argentinos, de la recuperación de
las Islas.
- ¿Cuáles
fueron sus sensaciones en ese momento (2 de abril)?
Al ver a
Galtieri en los balcones de la Playa de Mayo, hablando en cadena nacional y la
gente vivando a la Junta Militar, se me revolvieron las tripas… inmediatamente
empecé a pensar sobre lo que se venía. Días después, me comuniqué con mis
viejos compañeros y decidimos presentarnos antes de recibir las cédulas de
convocatoria. Aunque políticamente no estuviéramos de acuerdo, el 20 de junio
de 1981 juré defender mi bandera –y obviamente mi patria-; por sobre todas las
cosas éramos soldados argentinos.
- ¿Cómo
los recibieron sus jefes militares?
A las 8
de la mañana del 7 de abril, llegamos a Magdalena. En la guardia estaba el jefe
de regimiento, nos saludó uno por uno y después de reunir al grupo nos aclaró
que no era una bienvenida, diciéndonos: “no los recibo como el Jefe de
Regimiento, los recibo como viejos camaradas y orgulloso de volver a mis
hombres, (…) no pienso mandar a buscar a nadie, cada uno sabe de su
responsabilidad”. Nos ordenó a presentarnos ante nuestros antiguos Jefes de
Escuadrón. Nuestras familias sólo sabían que nos dirigíamos hacia Magdalena
pero no cuál sería nuestro destino final, solamente tratábamos de mandar
mensajes para de alguna forma tranquilizarlos.
- Cuénteme
acerca de su función específica dentro del regimiento al que perteneció. Las
crónicas de postguerra hablaban de la inexperiencia de los soldados que fueron
llevados al conflicto. ¿Cuáles fueron sus condiciones?
Era
radio-operador y conductor de tanque, del grupo de comando del escuadrón de
tiradores (infantería mecanizada). A pesar de que otros regimientos contaban
con soldados de poca experiencia recién incorporados, en nuestro caso durante
el año anterior, habíamos hecho maniobras de exhibición con los nuevos
blindados. Una vez que nos asignaron los “equipos individuales” (el mismo
armamento y ropa de siempre) cargamos los tanques y salimos en tren sin saber a
dónde, pero con seguridad rumbo al sur. Llegamos a Bahía Blanca y de ahí en
adelante en camiones por la ruta 3.
- ¿Hasta
qué zona del teatro de operaciones llegaron?
Fuimos
hasta Comodoro Rivadavia, donde paramos la caravana, durante una revisión de
armamento y limpieza en un regimiento de la zona, un compañero murió por
impericia de otro soldado mientras limpiaba el arma con el cargador puesto, al
que le habían dado una ametralladora, que nunca usó durante la instrucción. Se
juntaron una serie de negligencias que llevaron a ese fatal final para “el
tucumano” Sergio.
Días más
tarde llegamos al regimiento 3 de tanques de Puerto Santa Cruz. Nos asentamos
cerca del Puerto de Punta Quilla, tomando posiciones en la costa. Ahí recibimos
varios barcos de la armada, con heridos de las islas. Que derivamos al
aeropuerto de Comandante Luis Piedrabuena, uno de los puntos que se utilizaban
como puente aéreo con Malvinas. Durante el tiempo que se combatía en las islas,
hacíamos entrenamientos de combate de infantería. Si bien nuestros tanques por
su peso y orugas, no era aptos para el suelo de turba de Malvinas, teníamos la
orden de estar en máxima alerta para ser trasladados al frente.
- ¿Qué
información les llegaba de la prensa estando en el territorio isleño?
Muy poca,
la misma que se transmitía en todo el país, en la Patagonia se podía ver
solamente Canal 7 y muy pocas veces podíamos acceder a un televisor,
porque estábamos en las posiciones y por turnos, pasábamos por el regimiento,
cuando llegaron heridos no se podía tener contactos con los soldados, además de
tener órdenes de no pasar información a los familiares, alguna vez conseguimos
una radio FM y escuchábamos radios de Chile hasta que algún oficial la confiscó
y trataban el tema como si no ocurriera nada, solo alguna acotación dentro de
los titulares locales.
- ¿Cómo
fue el regreso después de terminado el conflicto?
Volvimos
a Buenos Aires en un avión de Aerolíneas, bajamos en Palomar, obviamente de
noche. De ahí, a nuestro regimiento. Entregamos todo y también, de noche,
regresamos a casa. Pienso que todo se hizo así para evitar algún contacto con
la gente, como si fueras un fantasma, esa sensación amarga pero también la
alegría de ver a los tuyos.
Tiempo
después charlando con la familia, tenías un noción de como se vivió el
conflicto, la mentiras caían por su propio peso y crecía la bronca, pero con el
correr del tiempo todo fue quedando atrás. Con la mayoría de mis ex compañeros
se fue perdiendo el contacto, ya entrado el proceso de regreso a la
democracia, salvo el 2 de abril, el tema siempre se ocultó, “bajo un manto de
neblina”. Cuando terminan las guerras, los ganadores regresan cargados de
“gloria”, gloria que les hacen olvidar a sus muertos, pero por otro lado se
vuelve con la derrota a cuestas y tus muertos duelen más. En las películas
siempre ves a los mismos ganadores, nadie hace películas sobre lo vencidos ni
se imagina lo que se siente y vivirlo en carne propia te marca para siempre.
-
Después de todo este tiempo, ¿qué reflexiones le quedan?
Y,
muchas… Pensás en el contexto político de la época y te das cuenta que estabas
en el medio de algo muy complejo y de la parte que te tocó vivir. Uno puso el
cuero y puede contarlo, los otros pagaron con la vida. Las familias sufrieron
la angustia de no saber el desenlace. Otras, la eterna amargura de no poder
compartir una vida con sus hijos, verlos crecer, ver llegar a sus nietos. Los
que regresaron y no aguantaron el impacto de lo vivido y se suicidaron. Fueron
más los muertos pos-conflicto que los hermanos caídos que estaban en Malvinas,
en el Mar y los que por uno u otro motivo del conflicto también cayeron en el
Continente.
El
tratamiento por parte del Estado, con la sanción de la ley que beneficia a los
ex combatientes, que impuso para los afectados al TOAS una pensión honoraria,
más allá del tema económico, una vez más me toca de cerca. El Congreso, los
representantes de pueblo, nos dieron un reconocimiento y por gracia de un
decreto reglamentario fuimos discriminados por motivos de presupuesto.
La
Constitución dice que un decreto reglamentario no puede cambiar el espíritu de
la ley. Hoy en día el actual gobierno dice que “no es su filosofía reconocer a
soldados movilizados al TOAS como ex combatientes de Malvinas”. Ahora bien, la
verdad es que la “filosofía” de un gobierno no me importa mucho, lo importante
es la voluntad del pueblo, que votó a sus representantes, el mandato que les
dio y la ley que sancionó. Indudablemente no me voy a comparar con mis
compañeros que fueron destinados a las Islas, por eso siempre se reclamó un
reconocimiento menor que el que se les otorga y pienso que para saldar esta
cuestión, se debería recurrir al Pueblo mediante una consulta popular
vinculante, sobre si somos o no merecedores de tal beneficio, porque en
definitiva es el Pueblo quien pagará esa retribución.
Este
gobierno tiene como bandera la defensa de los derechos humanos, estoy
totalmente de acuerdo, por eso y otros motivos lo voté, pero no me puedo
olvidar que a tantos hermanos argentinos desaparecidos, el Estado los indemnizó
con cuantiosas sumas de dinero sin preguntar a nadie cuánto se debía pagar. Una
pensión no cambia para nada mi vida, como nada cambio la vida de los familiares
indemnizados, pero sí sería un reconocimiento moral que no tiene precio y
considero que el único que puede dar justicia es el Pueblo, mi único “Jefe” que
juré y juramos defender.
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