Cuando una figura
política deja una huella muy profunda en su pueblo en imposible evitar que los
recuerdos nos acompañen para resaltar su obra. Néstor rompió el molde, fue un
hombre puramente de acción, con convicciones firmes para tomar decisiones
fuertes y conflictivas, como aquellas que le duelen al establishment por
alterar su statu quo.
Apareció en la escena
nacional en el momento que el país era un hervidero incontenible, luego de una
profunda crisis que puso todo valor político en cuestionamiento tras el colapso
del 2001. Aquel acontecimiento que rozó a todos los argentinos había logrado
instalar el escepticismo en cada hogar, no había espacio para pensar en
horizontes posibles, mucho menos imaginarse con esperanzas.
Tal vez, el gran mérito de Néstor Kirchner fue el de encontrar los caminos para reencontarse con la gente desde gestos simples y desacartonados, como cuando se salía del protocolo para saludar a la muchedumbre. De a poco, pensando en la gente más que en la economía fue reposicionando el concepto de la política en la sociedad para mostrarlo como un instrumento posible para el cambio. Sin duda, su mayor mérito fue reinstalar el debate político en el centro de la escena pública.
Llegó al gobierno con
sólo el 22% de los votos, puesto que no pudo exponer todo su respaldo en la
segunda vuelta por una pavorosa huida de su contrincante. Muchos dudaban de su
legitimidad y bases de apoyo para su proyecto. Lo que no sabían era que el
nuevo presidente tenía una extraordinaria capacidad de negociación que le permitiría
construir su propio esquema de poder.
El final de su mandato
contrasta fuertemente con ese complejo inicio al concluir su gestión con 60
puntos de imagen positiva. En cuatro años, había logrado que el estado se fortalezca para ponerle un pie
sobre la cabeza a la economía y permitir que ésta cumpla un rol social,
permitiendo inclusión, redistribución de la riqueza, recomposición salarial y
mayor empleo.
Sin duda, Néstor
también será recordado como un gran latinoamericanista, fue un nexo permanente
para permitir que la región tuviera un diálogo fructífero. Este proceso
integrador culmina con su magnífica gestión como titular de la Unasur. Uno de
los hechos que retrató esa enorme capacidad de convocatoria fue el caso de la
crisis que sufrió el presidente Correa en Ecuador, en donde su intervención fue
vital para frenar el atropello en aquel país.
Vivió para la política
con coraje y una llamativa audacia para tomar decisiones, reavivó la idea de
militancia, acercó a los jóvenes al debate, tuvo aciertos y errores, pero
siempre trabajó por una Argentina más justa e inclusiva.
Cuando la Nación
necesitó un estratega para sacar a flote la nave, desde el sur surgió un gran
capitán que supo tomar el timón con firmeza para navegar en aguas turbulentas
para llevarnos a buen puerto. Por eso, la gran mayoría del pueblo argentino lo
recuerda con mucho respeto y valora cabalmente su obra que, sin duda, marcó un
nuevo estilo de hacer política, buscando que la acumulación de poder sirva como
instrumento para ayudar a la gente. Y eso es muy difícil de olvidar.
No hay comentarios:
Publicar un comentario