Cuando leemos la Biblia podemos encontrar a Cristo
en muchas situaciones donde marcó un camino de luz y milagros, en ello
reconocemos que cada acto proviene de lo alto, del poder de Dios.
Celebramos la Semana Santa en homenaje a su pasión y
resurrección, para enaltecer la grandeza de su amor por la humanidad. También este
tiempo es una gran oportunidad para reencontrarnos con Dios y con nuestros
hermanos.
En Eclesiastés
3, el mensaje remarca que “todo tiene su tiempo, y todo lo que se quiere
debajo del cielo tiene su hora”, con ello nos invita a reflexionar sobre el
valor que le otorgamos a cada cosa en el tiempo y cómo jerarquizamos cada instante.
Un tiempo para hablar con Dios trae sosiego, calma y nos prepara para estar más
atentos a sus señales y prodigios. En comunión con el Padre podemos crecer
espiritualmente y así encontrarnos con la extraordinaria dimensión de su poder
y grandeza.
En el libro 1
Corintios 2:9, nos enseña que es por la revelación del Espíritu Santo cuando se alcanza la madurez
espiritual: “Cosas que ojo no vio, ni oído oyó. Ni han subido en corazón de
hombre, son las que Dios ha preparado para los que lo aman”.
Que Dios traiga paz y muchas bendiciones a sus vidas
en este año. Recordar en este día cuánto sufrió Cristo por nosotros para
salvarnos significa valorar su obra.
Hoy, luego de más de dos mil años, Jesús sigue siendo nuestro más fiel amigo y protector. El reencuentro con Dios nos acerca al prójimo.
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