Cuando
dos equipos grandes se encuentran en un estadio, aunque sea en Nueva Jersey, no
hay posibilidad alguna de hablar de amistoso. Aquí se juega por la camiseta,
por una rivalidad que trasciende los tiempos y las fronteras, es pasión sin
vueltas, esa locura suelta que sólo puede generar el fútbol con la selección.
Por eso
la alegría incontenible ante el triunfo y, en particular, por la descollante
actuación de Messi desplegando todo su repertorio de audacias y vértigo. Su
brillo sirvió también para equilibrar y disimular los baches en que caía el equipo.
Argentina
arrancó desconcentrada, sin poder ajustar las líneas cuando tenía que defender.
Los primeros minutos del primer tiempo tuvieron a Brasil como claro dominador
avanzando peligrosamente sobre la valla de Romero. Luego de ponerse en ventaja
los brasileños, hizo su aparición mágica el mago Messi que sacó dos cartas de
la galera para dar vuelta el marcador y cantar quiero retruco.
Messi con todas las luces
El
segundo tiempo tuvo buen ritmo, estaba para cualquiera porque los dos equipos
creaban peligro. La selección albiceleste parecía renovarse con la luz de cada
aparición de Messi y la buena compañía de Di María. Pero un error de Romero en
un centro le dejo la pelota a Hulk para que fuera el monstruo y verdugo por
unos instantes.
El 3 a 2
abajo obligó a la Argentina a despabilarse, y fue con la frente bien alta de
Fernández para alcanzar el empate. El resultado traía tranquilidad y
confianza para ir por más. Lo que no sabía la defensa brasileña era que Lionel
tenía otra carta guardada, era el ancho de basto y dijo “quiero vale cuatro”.
Como un latigazo, encaró por la derecha y se llevó a todos como barrilete para
terminar la obra con un zurdazo monumental en el ángulo superior derecho.
Velocidad, precisión, pegada, cambio de ritmo, diagonal perfecta, un gol
superlativo que sintetiza lo que puede lograr Messi en una sola jugada.
¿A
alguien todavía le queda alguna duda de que es el mejor del mundo? Avísenles a
esos señores que lo cuestionan (Ronaldo y Pelé) que el fuego de artillería
pesada lo tiene Messi y sólo lo despliega en la cancha para demostrar su
talento, en vez de vociferarlo ante los micrófonos de que es el mejor. Eso no
se dice, se relata únicamente con hechos dentro de la cancha. Además, ellos no
saben jugar al truco, porque es un juego de picardía, como el fútbol. Deberían
saber, a esta altura, que Messi siempre tiene una baraja para rematar el
partido y sorprender con astucia.
Siempre
es saludable ganarle a Brasil, aun sabiendo que hay que corregir algunos
asuntos en defensa y en el orden táctico. Lo bueno es que ahora tenemos siempre
el as de espada para gritar con ganas al final. Si el equipo lo acompaña,
estaremos en condiciones de cantar quiero retruco cada vez que un partido se
ponga “chivo”.
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