El Estado
magiar ha comenzado a sentir el rechazo internacional por su anacrónica reforma
constitucional, que ha llevado al país a una situación de amordazamiento de las
instituciones, a la vez que agravó la coyuntura económica al llevar a su
moneda, el florín, a una depreciación sin precedentes en relación al euro.
Desde
noviembre, Hungría intenta conseguir auxilio financiero con un crédito del FMI
para hacer frente a la débil situación de su economía. Pero las negociaciones
no han dado sus frutos todavía. La directora del organismo internacional puso
condiciones para mantener el diálogo: que el gobierno húngaro formalice los
cambios necesarios para estabilizarse financieramente y que reforme las leyes
incluidas en la nueva Constitución que infringen normativas comunitarias. Desde
Bruselas se acusa al gobierno nacionalista de Viktor Orbán de manipular la
independencia del Banco Central húngaro.
Por ello,
la directora del FMI, Christine Lagarde, anunció que fueron pospuestas las
conversaciones con Hungría para resolver el tema de la ayuda crediticia. Ante
la presión de la Unión Europea (UE) y las urgencias locales, el primer ministro
Orbán prometió realizar reformas para mejorar la disciplina presupuestaria y
así corregir el rumbo. Desde el Ministerio de Economía emitieron un comunicado en
el que aseguraban: “ya seguimos la vía de reducción de la deuda pública y de
limitar el déficit presupuestario a un valor inferior al 3% del PBI”.
Sin
embargo, la Comisión Europea (CE) sostiene que las medidas tomadas para superar
el déficit público no alcanzan para abrir las puertas de la confianza en la
región. En este sentido, Olivier Bailly, vocero de la CE, exigió al gobierno de
Budapest garantías plenas en la independencia de su banco nacional, como paso
previo para coordinar una asistencia financiera. Los funcionarios europeos
rechazan las reformas que impuso Orbán en la Constitución, que deja literalmente
al Banco Central bajo estricto control político.
Estas
controversias terminaron por desplomar la golpeada economía de Hungría, que se
vislumbró en un alza del riesgo país hasta alcanzar los 745 puntos, dejando al
país al borde de la cesación de pagos. A este panorama gris hay que sumarle las
cifras del desempleo que llegan al 12 % y un 20 % de la ciudadanía que se ve
limitada para abonar los servicios. Además, un millón de personas no pueden
pagar sus hipotecas, generalmente emitidas en euros o francos suizos. En este
complicado contexto, el gobierno húngaro se ve obligado a refinanciar unos
5.000 millones de euros, a los que habría que agregar otros compromisos locales
que exigirían unos 20.000 millones adicionales.
Para
entender el presente de Hungría hay que remontarse unos años atrás, cuando en
2008 al país le urgió solicitar un préstamo por 20.000 millones de euros al FMI
para afrontar su déficit. Siendo la 18° economía de la eurozona, dista mucho de
ser un mercado independiente y sólido, pues depende en gran medida de las
exportaciones que realiza al Viejo Continente.
Vale
recordar que Hungría hizo efectiva su adhesión a la UE en 2004 y que no adoptó
la moneda única. No obstante, ha quedado a merced de los vaivenes financieros
de Europa, ya que dos tercios de su estructura económica dependen del éxito de
sus ventas al exterior. A pesar de haber devaluado su moneda en un 20% en 2011
(324 florines por euro), no pudieron mantener sus ingresos externos, pues sus
clientes siguen reduciendo los pedidos de productos húngaros.
En el
2010, Viktor Orbán llega al poder con una coalición nacionalista, el partido
Fidesz, consiguiendo un contundente 52, 73% en las urnas en las elecciones
legislativas, con lo que alcanzó la mayoría en el Parlamento. Ese poder casi
absoluto le permitió a Orbán realizar reformas y ajustes para “adueñarse” del
país. En una sociedad que arrastraba sucesivas crisis en 2008 y 2009, quedaba
el terreno propicio para realizar cambios radicales. Fue así como el gobierno
húngaro se dispuso a crear una nueva Constitución amparado en los dos tercios
necesarios para imponerse sin oposición.
Las leyes
que encendieron las alarmas
La nueva
Constitución fue vista por muchos funcionarios europeos como un peligro latente
que podría generar contagio en los países que se encuentran realizando ajustes.
El tinte ultranacionalista de la ley amenazaría la independencia del Banco
Central, del poder judicial, los medios de comunicación y hasta la libertad de
credos.
El
dominio y margen de maniobra que dispuso Orbán le permitieron construir una
Carta Magna a medida, con salvoconductos que le permitirían perpetuarse en el
poder. Un indicio de ello puede vislumbrarse en uno de sus comentarios vertidos
antes de aprobar la ley: “Nadie puede interferir en los trabajos legislativos
de Hungría ni indicar a los diputados electos qué tienen que aprobar y qué no”.
Queda claro que con mayoría parlamentaria esas palabras adoptan el sentido
contrario.
El primer
ministro Viktor Orbán celebra la nueva Constitución Foto: EFE
Estas son
algunas de las reformas impuestas por el gobierno húngaro:
.
Iglesias y religión: sólo reconoce a 14 iglesias, en su mayoría cristianas
y la judía, en un país que tiene más de 300 grupos religiosos.
. Afecta la libertad de prensa: a pesar de que el gobierno ya corrigió cuatro artículos de esta ley por exigencia de Bruselas, la Comisión va a analizar la situación de los medios. Ya fueron despedidos dos periodistas de medios públicos luego de hacer una huelga de hambre para denunciar el control y censura sobre la información. La última resolución del Consejo de Medios fue quitarle la licencia a Klubradio, la única emisora que se oponía al oficialismo con un tono crítico.
. Redefine la historia del país: considera al Partido Socialista como directo heredero del régimen comunista y anula la prescripción de los delitos cometidos bajo la dictadura comunista.
. Modifica el Sistema electoral: se reducen las circunscripciones. También, las leyes orgánicas solo se podrán modificar con el apoyo de dos tercios de los diputados. De esta manera, cualquier cambio o enmienda se tornará casi imposible.
. Poder judicial: pierde su autonomía y atribuciones. El Tribunal Constitucional ya no puede tener injerencia sobre el Presupuesto. Además, la Fiscalía tendrá la capacidad de elegir qué tribunal se ocupará de cada caso. También se reduce de 70 a 62 años la edad de jubilación de los jueces. Esto determina que en 2012 se retiren 250, la oposición ve en la decisión una purga.
. Afecta la libertad de prensa: a pesar de que el gobierno ya corrigió cuatro artículos de esta ley por exigencia de Bruselas, la Comisión va a analizar la situación de los medios. Ya fueron despedidos dos periodistas de medios públicos luego de hacer una huelga de hambre para denunciar el control y censura sobre la información. La última resolución del Consejo de Medios fue quitarle la licencia a Klubradio, la única emisora que se oponía al oficialismo con un tono crítico.
. Redefine la historia del país: considera al Partido Socialista como directo heredero del régimen comunista y anula la prescripción de los delitos cometidos bajo la dictadura comunista.
. Modifica el Sistema electoral: se reducen las circunscripciones. También, las leyes orgánicas solo se podrán modificar con el apoyo de dos tercios de los diputados. De esta manera, cualquier cambio o enmienda se tornará casi imposible.
. Poder judicial: pierde su autonomía y atribuciones. El Tribunal Constitucional ya no puede tener injerencia sobre el Presupuesto. Además, la Fiscalía tendrá la capacidad de elegir qué tribunal se ocupará de cada caso. También se reduce de 70 a 62 años la edad de jubilación de los jueces. Esto determina que en 2012 se retiren 250, la oposición ve en la decisión una purga.
Ante esta
batería de normas que atentan contra el espíritu comunitario europeo, el
socialista Stánishev alzó su voz diciendo: “la democracia húngara se encuentra
en estado de sitio. Las acciones del Gobierno conservador de Fidesz, bajo el
primer ministro Viktor Orbán, han resultado un ataque sin precedentes de los
estándares básicos internacionales de la democracia”. Y agregó: “la Unión
Europea cuenta con un Estado no democrático como a uno de sus miembros”.
La
modificación de la ley electoral fue hecha a medida: se asegura los triunfos
políticos futuros, los funcionarios judiciales quedan sometidos a la voluntad
del poder ejecutivo, se amordaza a la prensa y los medios audiovisuales y se le
dice a la gente en quien debe creer. Un auténtico cóctel para que Orbán pueda
beber de su propia fuente subido al caballo del nacionalismo para dar una idea
de cohesión nacional.
Algunos
analistas señalan que no es casualidad que Viktor Orbán vea como modelos de
conducción a Putin y Berlusconi, símbolos de un fascismo posmoderno que se extiende
peligrosamente y que podría tomar mayor protagonismo si Marine Le Pen se impone
en Francia. Se teme que los nuevos líderes elegidos en España e Italia sean
sólo mercaderes al servicio de la banca y que sean vistos como tecnócratas que
dan la espalda a la gente para ceñirse solamente a los mandatos que impone el
sistema financiero.
Si los
ajustes no funcionan y la eurozona se desmorona, es probable que vuelvan a
aparecer esos personajes grotescos que se disfrazan de salvadores para hacer
políticas patrióticas.
El
ejemplo de las caídas de Berlusconi, Gadafi y Mubarak deberían servir de escudo
para bloquear a Orbán, Putin, Al Asad, Castro y otros tantos que degradan la
democracia con supuestos valores ideológicos sin tener en cuenta las
necesidades de la gente.
Las
protestas contra la nueva Constitución
En el
primer día de enero del 2012 entró en vigencia la nueva y polémica Carta Magna
con un fuerte contenido nacionalista, racista y autoritario. En ella, se
elimina la palabra República y se remplaza únicamente por Hungría, se impone a
la doctrina cristiana como credo nacional, se le pone límites a la prensa, a
internet y al nombramiento de jueces, entre otras novedades.
Pero los
cálculos iniciales de Orbán se fueron diluyendo con la crisis económica,
política e institucional que fue desgastando la imagen del gobierno. Su
popularidad se terminó de derrumbar cuando debió recurrir a la ayuda crediticia
del FMI y a la UE para cubrir los baches financieros del país. Antes, el líder
húngaro había mantenido una posición distante del organismo financiero
internacional al proponer un discurso nacionalista que hablaba de
independencia.
Ante el
giro autoritario del gobierno y la decepción por los malos resultados de su
gestión, el pueblo húngaro marchó por las calles de Budapest para decirle al
primer ministro que no aceptan la nueva Constitución porque la consideran una
grave amenaza para los valores democráticos.
Manifestación
en contra de la nueva Constitución húngara en Budapest Foto: AFP
Asfixiados
por la presión impositiva, el desempleo y la caída de popularidad del gobierno,
unas 100.000 personas se movilizaron tras la convocatoria de los partidos de
izquierda, ecológicos y otros movimientos de la sociedad civil. “Habrá de nuevo
una República” era el lema de la protesta e hicieron sonar trompetas en la
puerta del edificio de la Opera para que se escuche el grito de rechazo a la
nueva Constitución. En el recinto, paradójicamente, se encontraba el primer
ministro Orbán celebrando la entrada en vigencia de la Carta Magna.
El
pesimismo de los húngaros se condice con el malestar que ha causado esta nueva
norma en la UE. Se sabe que el escepticismo es el peor enemigo del gobernante,
pues erosiona poco a poco la imagen del líder. Cuando se llega a ese punto, el
pueblo se “indigna” y se manifiesta hasta que las cosas cambien. Tal vez, sea
la hora de reconocer el poder político que han ganando los indignados en el
mundo.
Sin el
auxilio del FMI no quedan muchas opciones para Orbán, pues su retórica
populista ya no convence ni permite que se recupere el principal activo que
tiene una nación: la confianza. Sin credibilidad, su mandato tiene los días
contados.
Informe de Telesur
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