El mundo y sus protagonistas


miércoles, 30 de junio de 2010

Por qué no pudo vencer Mockus

El candidato descendiente de lituanos irrumpió en la campaña como la gran esperanza para el cambio en Colombia. Su bandera de campaña estaba centrada en la ética, la lucha contra la corrupción y la idea de producir una revolución cultural desde la educación. En su discurso pretendió seducir a los jóvenes y abstencionistas, a la vez que imponía nuevas maneras de hacer política, concentrando más de 600 mil seguidores en Facebook y presentándose como la contracara del clientelismo que había puesto en marcha el uribismo.

Algunos analistas intentaron explicar el fracaso de la ola verde en la primera vuelta que, sin duda, dejó casi sellado el resultado final para el ballottage. Se dice que los slogans y discursos de campaña estuvieron dirigidos casi exclusivamente a sus seguidores en las redes sociales, por lo que quedaron excluidos gran parte del electorado que no tiene acceso a ellas. Si tenemos en cuenta que las zonas rurales y marginales conforman un porcentaje importante de la población, podemos sacar una primera conclusión.

El impulso de la candidatura de Mockus se acrecentó cuando las encuestas lo daban ganador o en un empate técnico con Santos. Pero en Colombia la ley electoral no permite que se realicen encuestas en la semana anterior a los comicios. Esa limitación impidió consignar los cambios que ocurrían en el electorado en la etapa más importante, momento en el que sí se permiten los debates televisivos.
Algunos politólogos aseguran que Santos ganó 10 puntos en esa semana previa a los comicios y que Mockus perdió cerca de 15 puntos, que fueron migrando hacia el Polo Democrático Alternativo y el Partido Liberal.

La Socióloga Doris Capurro, Presidenta de Ibarómetro, señalaba en la Revista Debate que “en los últimos días de campaña electoral, la virulencia y la apuesta de los candidatos se hacen más fuertes y, obviamente, eso tiene un fuerte impacto en los ciudadanos. En esos días, los indecisos o votantes fluctuantes empiezan a definirse e, incluso, a cambiar de posición”.

También se ha hablado mucho del efecto de las encuestas en la gente y hasta de que tuviera un efecto “perturbador” en aquellos que temían un cambio de dirección en las políticas de seguridad. Si bien Mockus prometía continuar con la lucha contra las FARC, su discurso aparecía tímido frente al de Santos. Por lo cual, el slogan oficialista que estaba centrado en la continuidad del plan de seguridad trazado por Uribe prevaleció sobre la idea central del candidato del partido verde que levantaba la bandera de la transparencia contra la corrupción.


Otro de los errores que se le señalan a Mockus es que sus discursos estaban diseñados en un lenguaje académico y que no era accesible para ciertos sectores de la sociedad alejados de las grandes ciudades. En cierta forma, quedó condicionado por su formación académica, siendo filósofo y matemático era afecto a las demostraciones simbólicas, como apariciones en público disfrazado y con slogans que invitaban a la repetición pero que seguían siendo abstractos e incomprensibles para aquellos que no eran tan jóvenes e instruidos. Si pensamos que el 46 por ciento de la población vive en situación de pobreza y otro tanto son marginales, queda una gran porción de la población sin acceso a su mensaje.

Los fieles seguidores de Mockus fueron los jóvenes que se sumergieron en las redes sociales y produjeron una verdadera revolución cultural, intentando seguir el ejemplo de Obama en EEUU. Pero estos jóvenes, al momento de desplazarse a las urnas no lo hicieron. Algunos esgrimieron distintos motivos de ese faltazo: la lluvia, el partido del mundial y la ausencia de madurez cívica. Debemos recordar que en Colombia el voto no es obligatorio y tiene una larga tradición de abstencionismo.

Mockus intentó contraponer la idea de “legalidad democrática”, aludiendo que todo se haría dentro de la ley e insinuando la ilegalidad e impunidad con que se movía Uribe. Pero los números en las encuestas mostraban que la ciudadanía seguía respaldando a Uribe y tuvo que bajar el tono de los ataques para que su discurso no confrontara con el sentir de la gente.

El analista Rosendo Fraga también remarcó los errores de centrar gran parte de la campaña en las redes digitales: “El acceso a las redes sociales, crece a medida que se eleva el nivel socio económico y educativo, entre los cuales hay fuerte relación, y de acuerdo a la disminución de la edad. Jóvenes con ingresos medios y altos es el segmento de mayor participación en las redes sociales. Un público determinado puede votar en forma totalmente diferenciada del promedio”.

La idea es compartida por otros consultores que creen en las limitaciones que existen todavía en la región al acceso a internet. Para replicar el fenómeno de Obama en las redes sociales deben darse ciertas condiciones de equidad social y de igualdad de oportunidades en el acceso a las tecnologías de la información. Para ello, se requiere de una política de Estado basada en la educación digital, programas que ya están en marcha, por ejemplo, en Argentina y Uruguay, en donde se les provee de una netbook a los alumnos en las escuelas.

Para el analista Juan Fernando Traversa “es errado explicarle a un colombiano del común que todos los problemas del país pueden ser resueltos a partir de un cambio cultural, así sea esto cierto (…) en campaña hay que hacerle fuerza a otras cosas más del común de la gente y con sencillez a la hora de expresarlo”. El relato hace referencia a que Mockus no utilizó un lenguaje simple y centrado en las necesidades inmediatas de la población.

Otros de los temas en donde se percibieron errores de estrategia en la campaña de Mockus fue el sistema de logística preparado para el día de la votación. Es clave que en esa jornada se le facilite los medios de transporte gratuitos a la gente para que puedan llegar al lugar de votación. Aquí fue donde perdió gran parte de la batalla el Partido Verde, puesto que el oficialismo utilizó toda la logística oficial para acercar a la gente de los poblados rurales y marginales a las urnas.

En el terreno de la imagen, Mockus tampoco tuvo muchos aciertos. La gestión de su identidad quedó anclada en la de un académico que proponía un cambio cultural y no trabajó en su discurso para hablarle a los distintos públicos. Y en estas épocas donde la gente vota candidatos y no propuestas, importa más como se es percibido. Una triste realidad, pero irrefutable a la hora de concentrar la atención de las masas. Por ello, Santos, aún sin un carisma que atraiga, centró su imagen en la continuidad de lo que realizó Uribe y se encargó de ensalzarlo cuantas veces pudo para obtener el arrastre de la importante imagen positiva con que contaba el actual presidente: un 73 por ciento de aprobación. Una cifra demasiado elocuente como para despegarse de ella, recordemos que Frei en Chile quiso manejarse independientemente de la figura de Bachelet, que contaba con más del 80 por ciento de imagen positiva, y no pudo llegar a la Casa de la Moneda.

Para el analista colombiano Juan Carlos Flórez, dos circunstancias incidieron para que se haya detenido el crecimiento de Mockus: "Una campaña sucia en su contra y una serie de rumores que asustaron al electorado especialmente en los sectores populares". El relanzamiento de la campaña de Santos con el asesoramiento del venezolano Rendón influyó en la campaña de desprestigio que instaló en las redes sociales acusándolo de ateo. La respuesta de Mockus pareció exagerada al decir “Yo soy católico; fui acólito y casi soy sacerdote”. Pero el clima en las redes se recargó de acusaciones y desmentidas, al tiempo que sirvió para desviar la atención de los verdaderos temas que le importaban a los colombianos.

La web se había convertido en una magnífica herramienta para captar nuevos seguidores, pero al mismo tiempo se erigía en un espacio libre para esparcir rumores. Esos rumores y ataques a la figura de Mockus en Internet detuvieron su crecimiento en la intención de voto. Hubo acusaciones cruzadas de todo tipo, aparecieron sitios anónimos diseñados para desprestigiar al oponente y se generaron muchos debates en la red. Se había iniciado la primera campaña 2.0 fuerte de Latinoamérica. Sin embargo, el ruido de los rumores y calumnias diluyó las buenas intenciones del candidato del Partido Verde que buscaba con ello construir su ansiada revolución cultural.

A pesar de todo, no se puede soslayar algunos datos que surgen del ballottage: Mockus obtuvo 3,5 millones de votos. Esto lo consolida como una nueva fuerza independiente que refleja en la actual Colombia un voto que levanta la voz y que rechaza la gestión del uribismo. Muchos colombianos no manifiestan su bronca en las calles por temor, sí lo hacen en las redes sociales.

Tal vez, dentro de dos generaciones los nativos digitales alcancen un porcentaje mayor de la población y puedan poner en marcha el cambio cultural que les dé un cimiento firme para construir la legitimidad democrática.

Por qué triunfó el continuismo en Colombia

Entender la lógica de un país que ha vivido por décadas en guerra permanente contra la guerrilla y, desde las sombras, con apariciones de paramilitares que hacen incursiones no menos violentas, requiere de un análisis diferenciado de otras democracias en la región. La lucha contra la violencia armada fue el tema excluyente por donde se movía la sensibilidad cívica de los colombianos, porque el miedo tuvo su espacio en la campaña y pesó mucho en la cabeza de los votantes, fueran estos urbanos o rurales.

Por ello, votaron por el candidato que les aseguraba la continuidad del programa de seguridad democrática que impulsó Uribe y que obtuvo sus trofeos más preciados en las llamadas Operación Jaque, en donde rescataron a Ingrid Betancourt y en la operación que terminó con la vida Reyes, el número dos de las FARC. En esa aventura, que produjo un conflicto con Ecuador, participó el por entonces Ministro de Defensa Juan Manuel Santos. La mayor fuerza de Santos estuvo, entonces, centrada en los duros golpes asestados a las FARC.


Sin embargo, una parte de la sociedad también observaba con estupor como aparecían los llamados “falso positivos”, aquellos civiles que eran encontrados muertos y vestidos como guerrilleros para mostrar los resultados de la lucha contra la insurgencia. También se escuchaban las voces que se alzaban para denunciar la compra de votos en las elecciones legislativas de marzo y las pinchaduras telefónicas de opositores y periodistas. Pero nada importaba, porque gran parte de sociedad le perdonaba todo a Uribe por haber domado, en parte, a los rebeldes que atacaban a los ciudadanos a lo largo y ancho del país.

A pesar de esas peligrosas irregularidades y las denuncias de corrupción, una gran parte del electorado prefirió no dar un salto al vacío por el cambio y mantenerse en el mismo camino con un delfín del uribismo. Santos es funcional a la estrategia de Washington, avala la presencia de tropas norteamericanas en las bases militares del país y mantiene la postura de línea dura con Chavez. Basta un dato para comprender esa alineación unilateral con el país del norte: sólo en 2009 recibió de los EEUU cerca de 6 mil millones de dólares para la lucha contra el narcotráfico y las actividades de las FARC a través del Plan Colombia. El candidato oficialista garantiza esa continuidad impulsada por Uribe y, por ello, recibió todo el apoyo logístico y comunicacional para que llegara a la Casa de Nariño.

Todo el aparato del oficialismo con su red clientelar que llegaba a lugares rurales y marginales, y un buen uso de los medios masivos de comunicación fueron algunas de las claves que le habrían dado el triunfo en la primera vuelta. Cabe aclarar que, en aquel entonces, las encuestas daban un empate técnico entre Santos y Mockus, motivo por el cual el candidato de la U dio un giro de timón y llevó a J.J. Rendón para revertir el panorama. Algunos analistas entienden que las “habilidades” del consultor para usar la propaganda sucia hicieron efecto en las redes sociales, ámbito donde Mockus se había consolidado entre los electores más jóvenes.

Otro factor que aparece habitualmente cuando las cifras en primera vuelta son tan amplias, es que se instala una tendencia al desánimo al ver como inalcanzable el 50 por ciento necesario para triunfar y, por ello, el abstencionismo aumenta.
Algunos politólogos también destacan que el discurso de Santos se conectaba más con la realidad que más pesaba y preocupaba a la gente, que tenía que ver con la firmeza para enfrentar a las FARC. El pueblo vio en el ex ministro de Defensa a un político decidido a culminar la tarea de terminar con la violencia.

Si hay un dato que ilustra la importancia que adquiere la continuidad del uribismo en la región, basta con escuchar la presentación que hizo la CNN de Santos cuando dio su discurso al ganar la primera vuelta: “escuchemos al heredero de la política de seguridad democrática”. Sin duda, contar con medios de comunicación extranjeros que respaldaran su candidatura mostraba la dimensión del aparato político-gubernamental y los recursos con que contaba para dar a conocer su propuesta.

Este dato es un indicio de cómo se había internacionalizado la campaña. Primero, las declaraciones de Chavez sobre Santos produjeron dudas sobre el efecto que pudieran tener sobre el electorado. El presidente venezolano había afirmado que Santos era “el máximo representante de la oligarquía colombiana al servicio del imperio estadounidense”. También, estaba pendiente un pedido de captura internacional sobre el ex Ministro de Defensa de Uribe por habilitar una incursión en territorio ecuatoriano para capturar a Reyes, evento que produjo la muerte de un ciudadano ecuatoriano.

En ese contexto, quedó muy clara la postura de la CNN que intentó mostrar a Santos como un estadista en todos los análisis que realizaron. Incluso, unos días después del ballottage, entrevistaron a Rendón para intentar despejar toda duda de campaña sucia a partir de su participación acompañando al oficialismo. El consultor venezolano fue acusado en varios países de hacer campañas para difamar a los adversarios y divulgar datos falsificados de sus vidas privadas.El periodista mexicano Ramón Betancourt califica a Rendón como “el rey de la propaganda negra, de la desinformación, del rumor como arma de propaganda política de desprestigio para aniquilar a los contrincantes de oposición y del mismo partido político”. Y va más allá aún, lo ve “como el nuevo Goebbels del nazismo moderno”. El consultor venía de llevar a Porfirio Lobos al triunfo en Honduras y tiene un récord importante en su gestión como asesor: de 22 campañas sólo perdió dos.

Luego, en un diálogo con la BBC, Rendón negó su participación en el armado de las pancartas políticas, grafitis y los mensajes que circularon por Internet que acusaban a Mockus de ser aliado de la guerrilla, de amenazas de muerte o que lo tildaran de ateo.
Todo ello nos demuestra, una vez más, que la política gira en torno a personalismos, en donde los partidos tradicionales quedan relegados a un espacio casi ilustrativo en el mapa electoral. Se impone un pragmatismo a ultranza, desligado de apetencias ideológicas, en donde la desmesura por el poder gana por goleada a cualquier idea de cambio que incluya el deseo de perseguir la transparencia o la legalidad.

Santos, con todo el aparato del poder acumulado por ocho años de uribismo y algunos éxitos en la lucha contra la violencia, pudo más que las necesidades reales que están pendientes pero que quedan en un segundo plano porque el reino del temor puede más. Resulta difícil comprender la quietud del pueblo colombiano ante datos tan duros como el nivel de pobreza que supera al 46 por ciento de la población y otro 17% que vive en situación de calle, lo que traducido en números significa que 20 millones de colombianos son pobres y 8 millones indigentes. A pesar de esos datos, Uribe se retira de la presidencia con una imagen positiva cercana al 73 por ciento. Parece, entonces, que todos los análisis posibles desembocan en un solo tema determinante: la mano dura contra la inseguridad.

El presidente electo Santos carece de un carisma que arrastre a las masas a las urnas, pero tiene a su favor toda la estructura del uribismo que goza de buena salud entre una porción importante de la población, en particular, los mayores y los ciudadanos de zonas rurales que no alcanzan a entrar en las redes sociales. También cuenta con el influyente diario El Tiempo, propiedad de su familia.

En los medios masivos de comunicación tuvo la habilidad de llegar a toda la población con un mensaje simple y claro, algo que no tuvo en cuenta Mockus, quien se centró casi exclusivamente en los jóvenes que acudían fervorosos a las redes sociales pero que carecían de cierto compromiso cívico, algo que las encuestas no pudieron medir en la primera vuelta.

Otro acierto del candidato de la U se registró en las alianzas que logró hilvanar con los más importantes partidos a los que convocó para formar parte de un gobierno de unidad nacional.