El mundo y sus protagonistas


jueves, 5 de abril de 2012

La Pascua, una invitación al reencuentro

En algún momento de nuestra existencia solemos hacernos una pregunta existencial que coincide con la curiosidad de saber para qué estamos en el mundo. Dependiendo de la edad y trayectos recorridos, podemos buscar un espacio para la reflexión que nos permita, primero, un reencuentro con lo mejor de nosotros, para luego indagar en nuestras relaciones con los demás. 

La Pascua es tal vez el momento más indicado para bucear en nuestra historia y dialogar con Dios. La resurrección de Jesús, su sacrificio en la cruz por toda la humanidad y su misericordia son un legado imborrable, una invitación al reencuentro con Dios y el prójimo desde el perdón. Cuando logramos perdonar podemos abrir todas las puertas que había cerrado el rencor, ese engañoso aliado del ego que pretende hacer justicia a cualquier costo.

Mantenerse lejos de los seres queridos y amigos es un costo muy alto, porque cada momento perdido no se recupera y el tiempo no para. Ser libre significa estar sin ataduras, cuando permanecemos en el rencor seguimos atados a esa persona, a veces, incluso, sin que ella lo perciba. Al perdonar se liberan dos personas que estaban cautivas, luego sobreviene la paz.

                                   La Pascua, un tiempo para la reflexión



Jesús dijo: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”, la abundancia del corazón se alcanza por esa senda de luz y paz. No es una empresa difícil, solo hay que recordar la simpleza y sabiduría de los Mandamientos: “Ama a tu prójimo como a ti mismo”. Desde allí todo se puede construir, porque el amor es el vínculo de la perfección.

Felices Pascuas!         

lunes, 2 de abril de 2012

MALVINAS, ¿UN PROBLEMA SIN SOLUCIÓN?



Por Micaela Vieyra                                                   Informe Especial Malvinas



Antes de comenzar a referirse al durante y el después de la fatal guerra entre argentinos y británicos en las Islas Gran Malvina y Soledad, es necesario recordar y resaltar que en 1833 un grupo de militares ingleses ocuparon el archipiélago sin enfrentamientos como los sucedidos 149 años después. Más allá de esto, la idea de recuperación del territorio por parte del gobierno de facto argentino fue tratada secretamente por Leopoldo Fortunato Galtieri, el brigadier Basilio Arturo Lami Dozo, en representación de la Fuerza Aérea Argentina y  por el entonces comandante de la Junta Militar, Jorge Issac Anaya. El 5 de enero de 1982 consideraron dar un paso militar en el caso de no progresar por la vía diplomática, tal como sucedió en febrero del mismo año.

El contexto socio-político y económico estaban totalmente condicionados, por su deterioro general necesitaban mantener entretenida a la sociedad en un conflicto de tal magnitud como lo es, fue y será “la cuestión Malvinas”. El dólar había trepado a valores siderales. Buenos Aires, por ejemplo, pasó de ser la ciudad más cara del mundo a la más barata (en dólares). Fue designado ministro de Economía Domingo Felipe Cavallo, un nombre que se repetiría en la historia argentina.

A raíz de esta crisis económica, muchos empresarios estuvieron en peligro de quiebra. Para evitarlo, el gobierno asumió sus deudas con el exterior y se convirtió en acreedor de ellos en pesos indexados, que se transformaron en baratos en relación con el dólar. Esto implicó hacer pública la deuda privada, cuya carga pesaría sobre toda la población.

El 2 de marzo, luego de una reunión con Galtieri en su despacho presidencial, el general de división Osvaldo García, comandante del Cuerpo V,  mantuvo un encuentro con el jefe III de Operaciones del Estado Mayor, general Mario Benjamín Menéndez. En la misma le comunicó que la Junta Militar estaba preparando la ocupación militar de las Malvinas y que la operación dependía de la evolución de las negociaciones diplomáticas con Gran Bretaña. Hasta ese momento, no cabía la posibilidad de una guerra con el Reino Unido.









La decisión de ocupar las islas fue definitiva. El objeto era impedir que Gran Bretaña militarizara el territorio y estableciera un sistema de defensa naval-aéreo. Según lo indicado en los documentos firmados por los integrantes de la Junta Militar, esta cuestión incidiría negativamente sobre los derechos, estrategia, posiciones y objetivos de la Argentina en el Atlántico Sur y la Antártida.

Luego se contradicen afirmando que debían demorarse las contestaciones a las propuestas de las negociaciones diplomáticas.
Esto último provocó la respuesta militar del Reino Unido y las supuestas negociaciones conciliadoras de Estados Unidos que fracasaron (pueden considerarse supuestas por su condición de socios de la OTAN y la confirmación del apoyo a Gran Bretaña hacia Margaret Tatcher).

El 10 de mayo de 1982 Leopoldo Fortunato Galtieri se dirige a los manifestantes reunidos en la Plaza de Mayo que apoyan la recuperación de las Malvinas con expresiones desafiantes y triunfalistas, tales como la famosa frase “Si quieren venir que vengan, les daremos batalla”. Esto presuponía que el accionar de la Argentina en el conflicto era positivo, cuando en realidad existen una larga lista de datos históricos que afirman que las Fuerzas Armadas Argentinas y sus soldados no estaban preparados estratégica ni materialmente para enfrentarse a las tropas británicas y obtener una victoria con seguridad.

La lucha incesante por la tan ansiada y retrasada recuperación había comenzado el 2 de abril con el comunicado de la Junta Militar que afirmaba: “La Junta Militar como Órgano Supremo del Estado comunica al pueblo de la Nación Argentina que hoy, la República, por intermedio de sus FF.AA., mediante la concreción exitosa de una Operación Conjunta, ha recuperado la Islas Malvinas para el patrimonio nacional. Se ha asegurado de esta manera, el ejercicio de la soberanía argentina sobre todo el territorio de las mencionadas islas y los espacios marítimos y aéreos correspondientes. Quiera el país todo comprender el profundo e inequívoco sentido nacional de esta decisión, para que la responsabilidad y el esfuerzo colectivo acompañen esta empresa y permitan, con la ayuda de Dios, convertir en realidad un legítimo derecho del pueblo argentino, postergado, paciente y prudentemente durante casi 150 años.” Durante el conflicto armado, las bajas en las fuerzas argentinas tuvieron como saldo fatal un total de 649 soldados, mientras que del bando inglés hubo 255. De más está decir que en una guerra nadie gana, todos siempre pierden.

Según el teniente general (R) Martín Balza,  la clave fue la falla estratégica. “El valor de lo realizado en las Malvinas sí está en el nivel táctico, pero ese plano nunca puede solucionar los graves errores de la estrategia nacional y militar. El Reino Unido organizó la fuerza de tareas más importante desde la Segunda Guerra Mundial y recibió un apoyo sustancial por parte de los Estados Unidos”, agregó.

Los estrategas argentinos, los mandos con responsabilidades tácticas, llegaron a la misma conclusión en los días previos al inicio de las hostilidades. El Plan Esquemático N° 1 del Comando del Teatro de Operaciones del Atlántico Sur había definido “la baja probabilidad de producir daños importantes al enemigo mediante acciones con submarinos o de aviación basada en tierra”.

Mientras en el campo táctico se cumplían los movimientos pensados en uno y otro bando -y las unidades argentinas empezaban sus combates en inferioridad de condiciones- el diseño estratégico mostró sus errores de origen. El Informe Rattenbach corre el velo de la equivocación que provocó el desastre: centrarse en el supuesto de que “Gran Bretaña no reaccionaría militarmente y que Estados Unidos no permitiría una escalada militar”.

En esa evaluación no se critica la toma militar del 2 de abril, se la entiende como un acontecimiento que debía producirse para llegar a una mejor negociación, pero sí se atribuyen responsabilidades en la elección del momento elegido para llevar a cabo el desembarco. “La oportunidad libremente fijada por la Junta Militar para la recuperación de los archipiélagos del Atlántico Sur benefició fundamentalmente al enemigo”, se manifestó en ese documento.
Ese error estratégico selló definitivamente la suerte de la guerra y de los soldados que fueron víctima de tal desatino.




Entrevista a un ex combatiente del conflicto





“Por sobre todas las cosas, éramos soldados argentinos”


Ayer, Islas Malvinas, abril de 1982. Hoy, Buenos Aires, abril de 2012. En ese ayer, con apenas 20 años de edad, con la instrucción básica en el servicio militar, salió de baja el 4 de marzo – el día de su cumpleaños- y fue convocado para el conflicto el 7 de abril destinado al Teatro de Operaciones del Atlántico Sur. Raúl Walter Vieyra, era soldado clase 1962 del Regimiento de Tanques 8 con asiento en Magdalena, provincia de Buenos Aires. Hoy cuenta su experiencia, recuerda sus vivencias y reflexiona sobre su postura ante el conflicto.
 

¿Qué conocimiento tenía del conflicto antes de “ser parte” del mismo?
Ninguna. La rutina era normal en el servicio militar, era la habitual dentro del contexto general. No teníamos información ni existía el más mínimo rumor de lo que iba a suceder. Solamente esperaba el día de mi baja y una vez de vuelta a la vida civil, volvía a interiorizarme con los temas de actualidad de ese momento. Como militante de la Juventud Peronista, asistí a una convocatoria realizada por la CGT en la Plaza de Mayo el día 30 de marzo para exigirle a la Junta Militar la vuelta de la democracia, el que terminó con graves disturbios y de la que me retiré junto a otros compañeros por la Diagonal Sur. Días después nos enteramos, como casi todos los argentinos, de la recuperación de las Islas.

-  ¿Cuáles fueron sus sensaciones en ese momento (2 de abril)?
Al ver a Galtieri en los balcones de la Playa de Mayo, hablando en cadena nacional y la gente vivando a la Junta Militar, se me revolvieron las tripas… inmediatamente empecé a pensar sobre lo que se venía. Días después, me comuniqué con mis viejos compañeros y decidimos presentarnos antes de recibir las cédulas de convocatoria. Aunque políticamente no estuviéramos de acuerdo, el 20 de junio de 1981 juré defender mi bandera –y obviamente mi patria-; por sobre todas las cosas éramos soldados argentinos.

¿Cómo los recibieron sus jefes militares?
A las 8 de la mañana del 7 de abril, llegamos a Magdalena. En la guardia estaba el jefe de regimiento, nos saludó uno por uno y después de reunir al grupo nos aclaró que no era una bienvenida, diciéndonos: “no los recibo como el Jefe de Regimiento, los recibo como viejos camaradas y orgulloso de volver a mis hombres, (…) no pienso mandar a buscar a nadie, cada uno sabe de su responsabilidad”. Nos ordenó a presentarnos ante nuestros antiguos Jefes de Escuadrón. Nuestras familias sólo sabían que nos dirigíamos hacia Magdalena pero no cuál sería nuestro destino final, solamente tratábamos de mandar mensajes para de alguna forma tranquilizarlos.







Cuénteme acerca de su función específica dentro del regimiento al que perteneció. Las crónicas de postguerra hablaban de la inexperiencia de los soldados que fueron llevados al conflicto. ¿Cuáles fueron sus condiciones?
Era radio-operador y conductor de tanque, del grupo de comando del escuadrón de tiradores (infantería mecanizada). A pesar de que otros regimientos contaban con soldados de poca experiencia recién incorporados, en nuestro caso durante el año anterior, habíamos hecho  maniobras de exhibición con los nuevos blindados. Una vez que nos asignaron los “equipos individuales” (el mismo armamento y ropa de siempre) cargamos los tanques y salimos en tren sin saber a dónde, pero con seguridad rumbo al sur. Llegamos a Bahía Blanca y de ahí en adelante en camiones por la ruta 3.

¿Hasta qué zona del teatro de operaciones llegaron?
Fuimos hasta Comodoro Rivadavia, donde paramos la caravana, durante una revisión de armamento y limpieza en un regimiento de la zona, un compañero murió por impericia de otro soldado mientras limpiaba el arma con el cargador puesto, al que le habían dado una ametralladora, que nunca usó durante la instrucción. Se juntaron una serie de negligencias que llevaron a ese fatal final para “el tucumano” Sergio.
Días más tarde llegamos al regimiento 3 de tanques de Puerto Santa Cruz. Nos asentamos cerca del Puerto de Punta Quilla, tomando posiciones en la costa. Ahí recibimos varios barcos de la armada, con heridos de las islas. Que derivamos al aeropuerto de Comandante Luis Piedrabuena, uno de los puntos que se utilizaban como puente aéreo con Malvinas. Durante el tiempo que se combatía en las islas, hacíamos entrenamientos de combate de infantería. Si bien nuestros tanques por su peso y orugas, no era aptos para el suelo de turba de Malvinas, teníamos la orden de estar en máxima alerta para ser trasladados al frente.

- ¿Qué información les llegaba de la prensa estando en el territorio isleño?
Muy poca, la misma que se transmitía en todo el país, en la Patagonia se podía ver solamente Canal 7 y muy pocas veces podíamos acceder a un televisor, porque estábamos en las posiciones y por turnos, pasábamos por el regimiento, cuando llegaron heridos no se podía tener contactos con los soldados, además de tener órdenes de no pasar información a los familiares, alguna vez conseguimos una radio FM y escuchábamos radios de Chile hasta que algún oficial la confiscó y trataban el tema como si no ocurriera nada, solo alguna acotación dentro de los titulares locales.







- ¿Cómo fue el regreso después de terminado el conflicto?
Volvimos a Buenos Aires en un avión de Aerolíneas, bajamos en Palomar, obviamente de noche. De ahí, a nuestro regimiento. Entregamos todo y también, de noche, regresamos a casa. Pienso que todo se hizo así para evitar algún contacto con la gente, como si fueras un fantasma, esa sensación amarga pero también la alegría de ver a los tuyos.
Tiempo después charlando con la familia, tenías un noción de como se vivió el conflicto, la mentiras caían por su propio peso y crecía la bronca, pero con el correr del tiempo todo fue quedando atrás. Con la mayoría de mis ex compañeros se fue perdiendo el contacto,  ya entrado el proceso de regreso a la democracia, salvo el 2 de abril, el tema siempre se ocultó, “bajo un manto de neblina”. Cuando terminan las guerras, los ganadores regresan cargados de “gloria”, gloria que les hacen olvidar a sus muertos, pero por otro lado se vuelve con la derrota a cuestas y tus muertos duelen más. En las películas siempre ves a los mismos ganadores, nadie hace películas sobre lo vencidos ni se imagina lo que se siente y vivirlo en carne propia te marca para siempre.






-   Después de todo este tiempo, ¿qué reflexiones le quedan?
Y, muchas… Pensás en el contexto político de la época y te das cuenta que estabas en el medio de algo muy complejo y de la parte que te tocó vivir. Uno puso el cuero y puede contarlo, los otros pagaron con la vida. Las familias sufrieron la angustia de no saber el desenlace. Otras, la eterna amargura de no poder compartir una vida con sus hijos, verlos crecer, ver llegar a sus nietos. Los que regresaron y no aguantaron el impacto de lo vivido y se suicidaron. Fueron más los muertos pos-conflicto que los hermanos caídos que estaban en Malvinas, en el Mar y los que por uno u otro motivo del conflicto también cayeron en el Continente.

El tratamiento por parte del Estado, con la sanción de la ley que beneficia a los ex combatientes, que impuso para los afectados al TOAS una pensión honoraria, más allá del tema económico, una vez más me toca de cerca. El Congreso, los representantes de pueblo, nos dieron un reconocimiento y por gracia de un decreto reglamentario fuimos discriminados por motivos de presupuesto.

La Constitución dice que un decreto reglamentario no puede cambiar el espíritu de la ley. Hoy en día el actual gobierno dice que “no es su filosofía reconocer a soldados movilizados al TOAS como ex combatientes de Malvinas”. Ahora bien, la verdad es que la “filosofía” de un gobierno no me importa mucho, lo importante es la voluntad del pueblo, que votó a sus representantes, el mandato que les dio y la ley que sancionó. Indudablemente no me voy a comparar con mis compañeros que fueron destinados a las Islas, por eso siempre se reclamó un reconocimiento menor que el que se les otorga y pienso que para saldar esta cuestión, se debería recurrir al Pueblo mediante una consulta popular vinculante, sobre si somos o no merecedores de tal beneficio, porque en definitiva es el Pueblo quien pagará esa retribución.

Este gobierno tiene como bandera la defensa de los derechos humanos, estoy totalmente de acuerdo, por eso y otros motivos lo voté, pero no me puedo olvidar que a tantos hermanos argentinos desaparecidos, el Estado los indemnizó con cuantiosas sumas de dinero sin preguntar a nadie cuánto se debía pagar. Una pensión no cambia para nada mi vida, como nada cambio la vida de los familiares indemnizados,  pero sí sería un reconocimiento moral que no tiene precio y considero que el único que puede dar justicia es el Pueblo, mi único “Jefe” que juré y juramos defender.