El mundo y sus protagonistas


miércoles, 30 de junio de 2010

Por qué triunfó el continuismo en Colombia

Entender la lógica de un país que ha vivido por décadas en guerra permanente contra la guerrilla y, desde las sombras, con apariciones de paramilitares que hacen incursiones no menos violentas, requiere de un análisis diferenciado de otras democracias en la región. La lucha contra la violencia armada fue el tema excluyente por donde se movía la sensibilidad cívica de los colombianos, porque el miedo tuvo su espacio en la campaña y pesó mucho en la cabeza de los votantes, fueran estos urbanos o rurales.

Por ello, votaron por el candidato que les aseguraba la continuidad del programa de seguridad democrática que impulsó Uribe y que obtuvo sus trofeos más preciados en las llamadas Operación Jaque, en donde rescataron a Ingrid Betancourt y en la operación que terminó con la vida Reyes, el número dos de las FARC. En esa aventura, que produjo un conflicto con Ecuador, participó el por entonces Ministro de Defensa Juan Manuel Santos. La mayor fuerza de Santos estuvo, entonces, centrada en los duros golpes asestados a las FARC.


Sin embargo, una parte de la sociedad también observaba con estupor como aparecían los llamados “falso positivos”, aquellos civiles que eran encontrados muertos y vestidos como guerrilleros para mostrar los resultados de la lucha contra la insurgencia. También se escuchaban las voces que se alzaban para denunciar la compra de votos en las elecciones legislativas de marzo y las pinchaduras telefónicas de opositores y periodistas. Pero nada importaba, porque gran parte de sociedad le perdonaba todo a Uribe por haber domado, en parte, a los rebeldes que atacaban a los ciudadanos a lo largo y ancho del país.

A pesar de esas peligrosas irregularidades y las denuncias de corrupción, una gran parte del electorado prefirió no dar un salto al vacío por el cambio y mantenerse en el mismo camino con un delfín del uribismo. Santos es funcional a la estrategia de Washington, avala la presencia de tropas norteamericanas en las bases militares del país y mantiene la postura de línea dura con Chavez. Basta un dato para comprender esa alineación unilateral con el país del norte: sólo en 2009 recibió de los EEUU cerca de 6 mil millones de dólares para la lucha contra el narcotráfico y las actividades de las FARC a través del Plan Colombia. El candidato oficialista garantiza esa continuidad impulsada por Uribe y, por ello, recibió todo el apoyo logístico y comunicacional para que llegara a la Casa de Nariño.

Todo el aparato del oficialismo con su red clientelar que llegaba a lugares rurales y marginales, y un buen uso de los medios masivos de comunicación fueron algunas de las claves que le habrían dado el triunfo en la primera vuelta. Cabe aclarar que, en aquel entonces, las encuestas daban un empate técnico entre Santos y Mockus, motivo por el cual el candidato de la U dio un giro de timón y llevó a J.J. Rendón para revertir el panorama. Algunos analistas entienden que las “habilidades” del consultor para usar la propaganda sucia hicieron efecto en las redes sociales, ámbito donde Mockus se había consolidado entre los electores más jóvenes.

Otro factor que aparece habitualmente cuando las cifras en primera vuelta son tan amplias, es que se instala una tendencia al desánimo al ver como inalcanzable el 50 por ciento necesario para triunfar y, por ello, el abstencionismo aumenta.
Algunos politólogos también destacan que el discurso de Santos se conectaba más con la realidad que más pesaba y preocupaba a la gente, que tenía que ver con la firmeza para enfrentar a las FARC. El pueblo vio en el ex ministro de Defensa a un político decidido a culminar la tarea de terminar con la violencia.

Si hay un dato que ilustra la importancia que adquiere la continuidad del uribismo en la región, basta con escuchar la presentación que hizo la CNN de Santos cuando dio su discurso al ganar la primera vuelta: “escuchemos al heredero de la política de seguridad democrática”. Sin duda, contar con medios de comunicación extranjeros que respaldaran su candidatura mostraba la dimensión del aparato político-gubernamental y los recursos con que contaba para dar a conocer su propuesta.

Este dato es un indicio de cómo se había internacionalizado la campaña. Primero, las declaraciones de Chavez sobre Santos produjeron dudas sobre el efecto que pudieran tener sobre el electorado. El presidente venezolano había afirmado que Santos era “el máximo representante de la oligarquía colombiana al servicio del imperio estadounidense”. También, estaba pendiente un pedido de captura internacional sobre el ex Ministro de Defensa de Uribe por habilitar una incursión en territorio ecuatoriano para capturar a Reyes, evento que produjo la muerte de un ciudadano ecuatoriano.

En ese contexto, quedó muy clara la postura de la CNN que intentó mostrar a Santos como un estadista en todos los análisis que realizaron. Incluso, unos días después del ballottage, entrevistaron a Rendón para intentar despejar toda duda de campaña sucia a partir de su participación acompañando al oficialismo. El consultor venezolano fue acusado en varios países de hacer campañas para difamar a los adversarios y divulgar datos falsificados de sus vidas privadas.El periodista mexicano Ramón Betancourt califica a Rendón como “el rey de la propaganda negra, de la desinformación, del rumor como arma de propaganda política de desprestigio para aniquilar a los contrincantes de oposición y del mismo partido político”. Y va más allá aún, lo ve “como el nuevo Goebbels del nazismo moderno”. El consultor venía de llevar a Porfirio Lobos al triunfo en Honduras y tiene un récord importante en su gestión como asesor: de 22 campañas sólo perdió dos.

Luego, en un diálogo con la BBC, Rendón negó su participación en el armado de las pancartas políticas, grafitis y los mensajes que circularon por Internet que acusaban a Mockus de ser aliado de la guerrilla, de amenazas de muerte o que lo tildaran de ateo.
Todo ello nos demuestra, una vez más, que la política gira en torno a personalismos, en donde los partidos tradicionales quedan relegados a un espacio casi ilustrativo en el mapa electoral. Se impone un pragmatismo a ultranza, desligado de apetencias ideológicas, en donde la desmesura por el poder gana por goleada a cualquier idea de cambio que incluya el deseo de perseguir la transparencia o la legalidad.

Santos, con todo el aparato del poder acumulado por ocho años de uribismo y algunos éxitos en la lucha contra la violencia, pudo más que las necesidades reales que están pendientes pero que quedan en un segundo plano porque el reino del temor puede más. Resulta difícil comprender la quietud del pueblo colombiano ante datos tan duros como el nivel de pobreza que supera al 46 por ciento de la población y otro 17% que vive en situación de calle, lo que traducido en números significa que 20 millones de colombianos son pobres y 8 millones indigentes. A pesar de esos datos, Uribe se retira de la presidencia con una imagen positiva cercana al 73 por ciento. Parece, entonces, que todos los análisis posibles desembocan en un solo tema determinante: la mano dura contra la inseguridad.

El presidente electo Santos carece de un carisma que arrastre a las masas a las urnas, pero tiene a su favor toda la estructura del uribismo que goza de buena salud entre una porción importante de la población, en particular, los mayores y los ciudadanos de zonas rurales que no alcanzan a entrar en las redes sociales. También cuenta con el influyente diario El Tiempo, propiedad de su familia.

En los medios masivos de comunicación tuvo la habilidad de llegar a toda la población con un mensaje simple y claro, algo que no tuvo en cuenta Mockus, quien se centró casi exclusivamente en los jóvenes que acudían fervorosos a las redes sociales pero que carecían de cierto compromiso cívico, algo que las encuestas no pudieron medir en la primera vuelta.

Otro acierto del candidato de la U se registró en las alianzas que logró hilvanar con los más importantes partidos a los que convocó para formar parte de un gobierno de unidad nacional.

1 comentario:

  1. Creo que Colombia es un pueblo muy rico en recursos, pero el problema es que no supieron (porque tal vez no lo vieron) organizarse preventivamente ante el crecimiento de la violencia, la corrupción y la droga en décadas anteriores. Pensemos en México, y tendremos otro caso de creciente descontrol de sus instituciones por factores similares. Es una advertencia para todos los países de Latinoamérica el avizorar y prevenir a tiempo las raíces del narcoterrorismo en los pueblos aún libres de ello.
    Creo que en estas elecciones de Colombia el pueblo expresó su temor pavoroso y sufrido a volver atrás, a una cruel violencia que de alguna forma fue menguando algo. ¡Veamos cómo sigue la historia en esta etapa democrática de Colombia!

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