El mundo y sus protagonistas


jueves, 10 de febrero de 2011

Miles de manifestantes piden la renuncia de Mubarak


Las ciudades de El Cairo y Alejandría volvieron a nutrirse con multitudes que con un reclamo unánime piden a gritos que se vaya Mubarak luego de 30 años en el poder. En la decimoquinta jornada de protestas en Egipto, el pueblo desoyó los anuncios que había realizado el gobierno que, con la intención de demostrar una señal en dirección de la transición hacia un cambio de mando, pretendía difundir un mensaje que apaciguara los ánimos.

Hosni Mubarak intentó mover algunas piezas para ganar tiempo y mantenerse aferrado a un sillón que le resulta cada día más incómodo. El domingo se iniciaron las primeras negociaciones con la oposición encabezadas por el vicepresidente Suleimán, mostrando una supuesta actitud de apertura. En esa reunión se oficializaron los primeros acuerdos que incluyen la creación de tres comisiones para la reforma de la Constitución, pensados para trabajar en temas relacionados con la duración de los períodos presidenciales, la participación de los partidos políticos y el inicio de una investigación sobre lo ocurrido en la Plaza Tahrir cuando fueron atacados los opositores al régimen.

                                          Manifestantes opsitores a Mubarak exigen su renuncia

Suleimán también prometió que no se seguirá persiguiendo al pueblo y a los que protestan en las calles. Sin embargo, muchos periodistas fueron detenidos o les impidieron el ingreso a la plaza cercada por el ejército.

La participación masiva de ayer fue la más concurrida desde que comenzó la rebelión, se calcula que en la Plaza de la Liberación había unas 300 mil personas. Por ello, fue llamada la nueva “marcha del millón”. Según la cadena de noticias Al Jazeera la movilización tuvo nuevos concurrentes, en esta oportunidad se acercaron personas que antes mantenían algún temor, hombres que salían de sus trabajos, mujeres y niños se agolparon para decir basta con un estruendoso “fuera Mubarak”.

Muchos manifestantes encontraron ánimo en las palabras del ejecutivo de Google, Wael Ghonim, quien fue liberado después de doce días de cautiverio tras un arresto sin motivo. Este joven inició un movimiento desde una página de Facebook y logró convocar a conciudadanos de todas las edades y clases sociales. Luego, en una entrevista televisiva conmovió a la nación al relatar como había estado detenido con los ojos vendados y sin saber que 300 personas murieron en las calles peleando por el cambio. Cuando se acercó a la plaza, ya era reconocido espontáneamente por la gente como un héroe y dijo: “la libertad es una bendición por la cual vale la pena luchar”. En su arenga a la multitud señaló que “un gobierno que arresta a su gente por expresarse debe ser derrocado”


La conmoción de Ghonim en su aparición televisiva produjo un sismo emocional en la gente, incluso en aquellos que todavía toleraban a Mubarak. El efecto fue tan fuerte que 70.000 personas transmitieron su respaldo en las páginas de Facebook. A la vez, la difusión de las cifras a la que alcanzaría la fortuna de Mubarak y su familia, estimada en 40 millones de dólares, sumaron combustible para encender el fervor de la revuelta.

Al comenzar la tercera semana de marchas antigubernamentales, los anuncios y las supuestas medidas reformistas sólo lograron atizar el fuego del enojo popular, porque la gente no acepta soluciones intermedias si no sale de escena el presidente Mubarak. El pueblo egipcio redobló la apuesta porque no soporta seguir viviendo bajo la mano de un amo que se abraza al poder y que los oprime en un ambiente de corrupción, dificultades económicas y escasas posibilidades laborales para los jóvenes.

                                                  En la Plaza Tahrir muestran la foto de Mubarak

Cuando la Plaza Tahrir era intransitable, un grupo se desplazó para instalarse en la entrada del Parlamento con el objetivo de resaltar el fraude de las elecciones del 3 de diciembre, que permitió que en las dos Cámaras el Partido Nacional Democrático obtuviera el 90 por ciento de los escaños. La población exige que en las próximas elecciones se elijan diputados que representen realmente a sus ciudadanos.
Si bien las protestas no han logrado desplazar al presidente de su cargo, sí han captado la atención del mundo árabe que permanece expectante ante los reclamos democráticos y han forzado la renuncia de Mubarak a una nueva reelección en las elecciones de septiembre. También delegó en el vicepresidente Suleimán la tarea de emprender un proceso de transición que es exigido desde EEUU y la Unión Europea.

Mubarak apostó en estas dos semanas de agitación a que, con el tiempo, la pasión popular se diluya y traiga en la población un desgaste por la ausencia de cambios reales. No lo logró. Tampoco el diálogo con la oposición pudo quebrar la determinación de un pueblo decidido a vivir en democracia. 


El discurso de Suleimán enoja a la oposición

La advertencia del vicepresidente Suleimán de que podría originarse un golpe y un mayor caos si se mantienen las protestas tuvieron un efecto contrario al buscado: la oposición y los manifestantes no aceptaron ni el tono ni el discurso del hombre de Mubarak. Si bien Suleimán contaba con cierto apoyo de Washington para orientar las negociaciones para una transición pacífica, su accionar puso en duda la capacidad de gestión para maniobrar en medio de aguas turbulentas. Al hablar a través de la televisión egipcia no convenció ni a sus “padrinos” norteamericanos, que interpretaron sus palabras como inoportunas e inconvenientes.

                                             El vicepresidente Suleimán junto a Mubarak

 
Obama y Hillary Clinton habían depositado sus esperanzas en el vicepresidente para maniobrar y ganar tiempo, con la idea de frenar y dividir a la población ofreciendo un plan de reformas creíbles. Suleimán hizo todo lo contrario, echó más leña al fuego. La gente sólo vio esos cambios como manipulaciones cosméticas para cambiarle la cara a un régimen que se ha desdibujado en cada mueca que ha hecho. Por eso, los fervorosos egipcios que acampan cada noche en la Plaza de la liberación desafiando el toque de queda sólo accederán a una negociación seria una vez que el anciano faraón de 82 años deje el poder.

La credibilidad de Suleimán no alcanzaría a medirse en un sondeo de opinión, puesto que fue la mano derecha de Mubarak como jefe de los servicios secretos. Luego de la represión policial desatada en la Plaza Tahrir junto a las patotas enviadas por el gobierno, qué autoridad podría tener para impulsar un plan de transición pacífico. Peor aún, mientras daba su discurso televisivo proseguían las detenciones arbitrarias, la persecusión de periodistas y el bloqueo informativo a través de los medios de comunicación públicos. Sin duda, era casi imposible creerle a un hombre que vive opacado bajo la sombra de un autócrata.


Lic. Walter Calabrese

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2 comentarios:

  1. Estas manifestaciones sociales nos dejan una enseñanza: que los pueblos toleran a sus gobiernos hasta que, saturados por la injusticia y la opresión, eclosionan en forma de descontento masivo. Si miramos hacia atrás, desde que el hombre somete al hombre, nada ha cambiado.

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  2. Un efecto contagio está encendiendo rebeliones populares en buena parte del mundo árabe con el fin de instaurar democracias al estilo occidental. Es digno de destacar que buena parte de estos gobiernos se han mantenido con un expreso apoyo de los EEUU. Esto pone en evidencia que el "Gran País del Norte" tiene convicciones porque admite dictaduras cuando ideológicamente son concordantes con sus intereses.
    H.O. Díaz

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