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miércoles, 2 de febrero de 2011

Portugal votó por la estabilidad y el continuismo


El candidato conservador Aníbal Cavaco Silva se impuso hace pocos días en las elecciones presidenciales en Portugal con el 53 por ciento de los votos. En segundo lugar se ubicó Manuel Alegre con el 19,7 de los sufragios, que era apoyado por el Partido Socialista del primer ministro José Sócrates y por el Bloque de Izquierda.

La reelección de Cavaco aparece en primera instancia como un nuevo factor de tensión para el gobierno socialista de Sócrates, en un momento en el que la economía del país zigzaguea entre cuentas públicas en rojo, elevado desempleo y el fantasma de tener que recurrir a ayuda financiera internacional.

                                             Cavaco Silva festeja su triunfo EFE

Es importante remarcar que el presidente tiene sólo algunas atribuciones en la dirección del país, puede recomendar la línea de gestión al gobierno y tiene competencia para disolver la Asamblea si la nación se decidiera por una intervención de la Unión Europea y el FMI. La figura presidencial es muy respetada en el país, puesto que representa una autoridad moral, aunque no posee un poder ejecutivo que le permita dar vía a sus decisiones. Lo paradójico es que dispone de autoridad para disolver el Parlamento.

En un contexto socioeconómico crítico, la imagen de Cavaco aparece con más solidez frente a un desgastado gobierno en el que Sócrates viene siendo vapuleado por las críticas a su gestión.

Cavaco Silva ha prometido emprender una presidencia con mayor injerencia en las decisiones de gobierno, situación que hará más compleja la cohabitación entre el presidente y Sócrates en el particular sistema de poder portugués. En el transcurso de la campaña se había incrementado la distancia política entre ambos líderes, por lo que ahora asoma una nueva incertidumbre: la inestabilidad institucional.


Las elecciones mostraron la enorme brecha que todavía existe entre la ciudadanía y la clase política, puesto que la cifra de abstención marcó un nuevo registro histórico. El 53 por ciento de la población habilitada para sufragar no concurrió a las urnas, algunos por las bajas temperaturas que produjo la ola de frío, otros por un fallo informático que imposibilitó su registro en los padrones. Pero no fueron los únicos motivos, existe un marcado desinterés en la población lusa en este tipo de contienda electoral. Además, las estadísticas anteriores marcan una tendencia que se convierte casi en un ritual, los cuatro presidentes que tuvo la democracia portuguesa han sido reelegidos para un segundo mandato.

Los números que instalan a Cavaco nuevamente en la presidencia son elocuentes y definitivos: fue el más votado en todos los distritos. Pero también surgen nuevas cifras para analizar el clima político, puesto que ha obtenido 543.327 votos menos que en la anterior elección celebrada hace cinco años.
Otro dato pinta el paisaje electoral lusitano, la abstención alcanzó el 53,37 por ciento del padrón, que equivalen a 5.139.726 votos. Esto hace pensar que más de la mitad del electorado no tiene preferencia por alguno de los seis candidatos, incluido el propio Cavaco. Muchos creen que ninguno de los que participan de la batalla electoral puede cambiar el rumbo de las cosas.


No obstante, existen antecedentes para entender como se construyó el nuevo triunfo de Cavaco, puesto que acumula un capital político cosechado en sus años como primer ministro. En aquella época Portugal tuvo un importante desarrollo económico, con crecimientos anuales en torno al 4 por ciento, al tiempo que recibía una importante ayuda al aprovechar el envión de entrar en la Comunidad Económica Europea, hechos que sin duda han quedado asociados al éxito de su gestión. Luego, su retiro de la política activa durante diez años fue creando la imagen de un político ordenado.

En su primer discurso tras la victoria, el líder conservador remarcó su postura en la lucha contra las dos dificultades más serias que atraviesa el país: un desempleo que alcanza el 11 por ciento y el endeudamiento que condiciona la marcha de la economía.
El país no está en condiciones de soportar presiones y juegos políticos, por lo que Cavaco tendrá que inclinarse por una convivencia pacífica que ayude a estabilizar el país. La situación no es sencilla, los elevados intereses sobre su deuda y la fuerte presión de los mercados internacionales dibujan un cuadro gris en lo inmediato.

                                            El presidente electo ante los medios AP

En ese ruido permanente y bajo la mirada fija de una Europa sobresaltada, el primer ministro José Sócrates tendrá que apostar cuidadosamente sus fichas en un tablero que se asemeja cada vez más a un laberinto. Para no pisar en falso, este año deberá hacer grandes esfuerzos para reducir el déficit público al 4,6 por ciento, una promesa hecha a Bruselas para evitar la ayuda del Fondo de Estabilización Europeo y la eventual intervención del FMI.
También tendrá que ser un buen piloto de tormentas para afrontar los temblores que provocarán la entrada en vigor del recorte de salarios a los empleados de 15 empresas públicas aprobados en el presupuesto para el 2011. Otra medida que causará cierto malestar será el aumento del IVA, como parte del compromiso para reducir el déficit público.
En ese escenario, los socialistas son minoría en el Parlamento después de las legislativas de 2009, por lo que sólo pudieron elevar un plan de austeridad para restaurar el sector financiero de la nación con el aval del principal partido de la oposición, el PSD de centroderecha, al que pertenece Cavaco Silva. Ahora, ese equilibrio podría romperse si se confirma la dura postura adoptada por el presidente electo en su primer discurso al referirse a sus adversarios.

 
Europa mira con expectativas

En el camino de la contienda electoral, los ojos de Europa permanecieron atentos a su desarrollo ante los temores que existen sobre el destino político y económico de Portugal, puesto que un colapso de su gobierno pondría en mayor riesgo la crisis de deuda de la eurozona.

Desde Lisboa se han implementado medidas impopulares para paliar la crisis financiera.
La situación económica de Portugal pende de un hilo. Por ello, los analistas internacionales sostienen que pronto se verán obligados a aceptar un paquete de medidas financieras tal como lo han recibido Grecia e Irlanda en 2010.
Otras miradas centran su preocupación en la difícil cohabitación entre los dos poderes en un clima marcado por la grave crisis económica. Los indicios de mayor confrontación se vislumbraban en plena campaña electoral por la agresividad de los mensajes. Luego, el discurso de Cavaco fue casi una confirmación de lo que vendrá.

                                                    Cavaco en los festejos  Fuente: Página 12

Si bien no ha revelado los detalles de esa "presidencia activa" que anunció, algunos analistas políticos empiezan a creer que Cavaco puede tomar decisiones drásticas, como la disolución del Parlamento si la crisis económica se agravara y le quitara oxígeno al gobierno para domar el ambiente político. El presidente está facultado para hacerlo. Cavaco mismo describió el papel del jefe del Estado: "Representa a la República, es el garante de las instituciones, el elemento moderador y apaciguador de conflictos, y la reserva de última instancia en caso de crisis grave".
Vale recordar que el presidente también fiscaliza las leyes aprobadas por el Parlamento y los decretos que emite el gobierno. Además, es el comandante supremo de las Fuerzas Armadas. Si a estas atribuciones le agregamos que Cavaco ha vetado varios proyectos de ley promulgados por el gobierno socialista, en temas como divorcio y parejas de hecho, entre otros, podemos entrever un panorama altamente conflictivo en la arena política de Portugal.

Lic. Walter Calabrese

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